«Qué repetitivas sois»

Ilustración Try to contain them

El argumento inapelable “qué repetitivas sois” va normalmente seguido de un “es que os habéis vuelto unas radicales” o un “no paráis de dar vueltas siempre a lo mismo”. Qué cansancio. No sólo de escucharlo una y otra vez en bucle como si no existiera aun la reproducción aleatoria, no. Cansancio de repetir, de no bajar la guardia en ningún momento porque sabemos que en el momento que eso pase, los buitres estarán al acecho. Y sino que se lo digan a Gallardón y a su reforma de la ley del aborto cuando nos pensábamos que habíamos conseguido la victoria.

Cansancio de las caras delante de los chistes machistas. Del “por qué no me lo explicas mientras te ignoro y digo la mía”. De todo un poco, vaya. Sí, estamos cansadas. Pero es que nos están matando y la repetición es una de nuestras armas. Lo del por favor lo probamos y no funcionó. El asesinato por parte de hombres es la principal causa de muerte de las mujeres en todo el mundo. La prin-ci-pal. No lo digo yo, lo dice la ONU que hasta que llegó Emma Watson nadie la acusó de que fuera feminista.

Quince mujeres asesinadas en lo que llevamos de año, y según datos oficiales. Quince que ya son cifras y no personas porque en esta sociedad nos va más la estadística que la vida. Cada ocho horas hay una violación en España. Tres al día. Son fuentes oficiales otra vez, las que sólo cuentan como violación esos casos en los que ha habido penetración forzada. Tres violaciones al día, grábense eso en el cerebro, por favor.

Ilustración de la autora Ambivalently Yours
Autora: Ambivalently Yours

Sí, estamos cansadas. Pero es que lo último que les digo a mis amigas cuando me despido de ellas después de una noche de birras nunca es buenas noches. Es un “por favor avísame cuando llegues”. Es llegar a tu calle y tener las llaves preparadas, porque vas más segura creyendo que puedes sacarle un ojo a alguien con las del portal. O, para qué nos vamos a engañar, abrir lo más rápido posible y evitar quedarte demasiado tiempo parada delante del mismo lugar.

Sí, siempre decimos lo mismo. Pero es que por muy empoderadas que estemos seguimos teniendo miedo a pasar por alguna calle mal iluminada. Más de una vez me he encontrado en el espejo diciéndome “vas a llegar muy tarde hoy, mejor ponte las otras medias”. Mientras, Angela Davis, Assata Shakur, Alejandra Pizarnik y Montserrat Roig me miran desde la estantería. Todo bien.

No, hay veces que no decimos. Por agotamiento o porque nuestra cara ya lo dice todo. Cuando me toca la cola en vez de la birra, que va para mi compañero de mesa. A él también le traen el café solo, a mi el cortado. Mis amigas y yo desaparecemos de la mesa cuando traen la cuenta, siempre va a parar delante de nuestros amigos. Pagamos todos a medias pero no importa. Ahí pones la mejor cara de asco que tengas.

Hay momentos, pero, que sacas esa sonrisa lánguida que te enseñaron en tus pelis preferidas – esas señoritas blancas y con pómulos muy rosados que no sentían ni placer ni nada, sólo amor infinito hacia un desconocido. El momento es cuando se habla de hijxs. Ese momento. – “No, yo no quiero tener hijxs” – “Ay, caríño. Ya te llegará”. El cariño aquí no es una muestra de amor, es una nota condescendiente de cualquier persona hacia ti para demostrarte lo equivocada que vas. Ya.

Estamos cansadas pero seguimos. El patriarcado sigue bien enraizado y sus ramas bien esparcidas. Seguimos repitiendo que nos matan, que nos violan, que no somos vasijas, que queremos salir sin miedo. Una vez. Y otra. Y otra. En la calle, en las redes, en los periódicos o en el bar. Seguimos porque no cesa. Sí, somos repetitivas. Pero es que nos va la vida en ello.


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