[Entrevista] Nua, activista transfeminista. La identidad como campo de batalla.

Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán

Nua es casi-socióloga. Mientras nos acomodamos en la terraza del café que me propuso para encontrarnos me cuenta que está terminando su tesis sobre la “reconstrucción del término disidencia sexual en el Ecuador, a través de procesos del movimiento trans”. Quizás uno de los primeros trabajos académicos en Ecuador que toca el tema trans* desde una perspectiva reivindicativa.

El camino por esa reivindicación no lo hace sola, sino organizada y activa en diversos frentes, siempre vinculados a su identidad, que ha convertido en su lucha. Es parte de Proyecto TransGénero, una organización que tiene 14 años, y es uno de “los pioneros en hacer activismo transfeminista e intersexual en Suramérica”. Nua habla clara, directa, parece acostumbrada a responder preguntas, a batallar su discurso disidente… y lo está, ya que es vocera de Pacto Trans, plataforma integrada por diferentes grupos del movimiento trans en Ecuador, y desde ahí interviene en charlas, medios, etc. Uno de los que ella resalta es en 2015, fue en la Asamblea Nacional, durante el debate por una ley inclusiva con el género.

Además de la academia y el activismo de calle, también articula y reivindica su identidad a través del arte. Ya sea con la música, participando “a veces” en la Concha Batukeada, como en lo visual y literario, con la revista que empezaron con una compañera de Guayaquil, Máquina Púrpura, que tendrá su segunda edición en febrero. También ha tenido experiencias como actriz en cortos, y performances.

Pedimos té, y nos traen una jarra para cada una. No querías té?… Pues nos tendremos que tomar dos o tres tazas para terminar todo el líquido. Y lo hacemos, casi sin darnos cuenta. Cuando apago la grabación, miro el fondo de mi recipiente y está vacío. La conversación dio para mucho. [Fotos: Roberto Albán]

Hasta ahora, el hecho trans se ha estudiado y explicado desde fuera en muchos casos, tu tesis habla de lo trans desde la vivencia.

Durante años he leído libros que hablan de la diversidad, de la experiencia trans, pero sin visiones desde dentro. Yo no quiero que hablen más de mi, yo quiero hablar desde el cuerpo y desde la comunidad trans. Por eso quisiera llegar a ese espacio, ser en algún momento parte del espacio universitario, dedicarme a la academia.

Hace falta tomarlo desde una posición reivindicativa. Visibilizar el proceso de reclamo para que se reconozcan nuestros derechos un derecho desde un sentido no-patológico, por eso yo reivindico la disidencia trans, para que reconozcamos que lo trans genera un aporte dentro de la sexualidad, más allá del conflicto con la heteronorma, el patriarcado.

Rompiendo esquemas…

Hay varias formas de tomar lo trans, yo intento hacerlo desde esa norma de la heterosexualidad: cuerpos binarios, cisgéneros. Yo me denomino “transfeminista”, obviamente comparto las luchas del feminismo, pero también hago émfasis en la lucha trans desde el feminismo. Para mi la autonomia del cuerpo trans es casi comparable a la autonomia del cuerpo de las mujeres. Yo estoy decidiendo sobre mi cuerpo al decidir sobre mi estética, sobre mi identidad, sobre mi nombre, con una carga social, para generar un cierto malestar en el estado; el Estado me castiga de ciertas formas.

“Soy mujer transgénero lesbiana, y transfeminista. Tomo lo trans desde la disidencia, desde la reivindicación por la autonomía de nuestros cuerpos y identidades”

Como te defines?

Yo soy una mujer transgénero lesbiana. Lesbiana, políticamente, y porque tengo parejas mujeres. Considero que eso es importante porqué cuando unx tiene/asume un género hay muchas cosas que se preestablecen. Hay muchos psicólogos que me decían “tu tienes que verte con hombres”, y yo también rompo con eso. Por eso también soy disidente sexual, en el sentido de que soy consciente que lo uso para reivindicar algo que quiero criticar de la sociedad heteronormativa.

También estoy muy en contra de ese discurso que somos personas encerradas en el cuerpo equivocado. Comprendo la realidad de mi cuerpo, pero entiendo que tiene una capacidad más grande: el género es una capacidad plástica, y unx puede jugar con ella hasta que el cuerpo le de. Yo reivindico eso: mi autonomía radica en que mi cuerpo tiene más posibilidades de identificación estética, de identidad…

No solo eres lo que eres, sino todo lo que construyes y disputas diariamente. ¿Cómo es esa lucha continua desde el propio cuerpo?

Una de mis aspiraciones es borrar los estereotipos acerca de las personas trans, haciendo que seamos visibles en muchos espacios. Y eso lo trabajo desde mi ser. Me considero una persona con una vida bastante corriente, voy a la universidad, toco en un grupo, me gusta el arte… Mi identidad es visible en el momento que yo lo decido por una cuestión política y reivindicativa.

Entre esos estigmas, hay el típico del trastorno de identidad.

Hay muchos grupos tradicionalistas que usan el tema de la disforia de género* para decir que muchas personas se suicidan por ser trans, porque el índice de suicidios es bastante grande. Pero yo creo que la disforia es un malestar que te enseñan, a no estar satisfecha con tu cuerpo. Ese es en realidad el motivo de los suicidios: el rechazo social y el encasillamiento.

Por ejemplo, yo decido tomar el canon femenino, y ya hay ciertos parámetros, me dicen como tiene que ser mi cuerpo para ser femenino. A veces esas necesidades que te imponen van más allá de lo que quieres. Unx acaba haciéndose, por esa presión, una operación de cambio genital y después se da cuenta que no quería, pero lo hizo porque quizás la legislación solo le permitía reconocimiento acorde con el género que se identificaba si lo hacía. Hay muchas formas de vivir lo trans y cada una es válida: transgénero, transexual, transexual post-operatorio… cada cual tiene una forma diferente de asumir su cuerpo y su identidad.

En una entrevista que le hice a Nac, un activista trans* en Barcelona, me contaba que él decidió hacerse la mastectomía porque “estaba cansado de las miradas, de no poder ir a la playa tranquilo”.

Es paradójico, porque yo he escuchado de un hombre trans, ya mayor, que tuvo cáncer de seno y le quitaron uno. De ahí pidió que le quitaran el otro y se lo negaron. Le dijeron que la única forma era que siguiera un tratamiento de testosterona, y él no quiere hacerlo. De alguna manera el sistema le está empujando. Y no es tan simple, a veces esos tratamientos de hormonas te pueden crear una serie de problemas físicos y emocionales, psicológicos.

Las personas trans estáis casi obligadas a pasar por procesos sanitarios, y es uno de los ejes de violencia que tenéis que atravesar. Como es el modelo de atención a la salud de las personas trans en Ecuador?

En estos últimos años ha habido algunos cambios positivos. Por ejemplo en los formularios que tienes que rellenar de los centros de salud pública se ha incluido “identidad de género”. Hace tres semanas salió el manual de manejo de Salud GLBTI, que tiene muchas cosas género-sensibles, de memoria histórica, y sobre cómo tratar para no ser discriminante… pero no tiene mucho de procedimiento médico.

Algo es algo, pero es muy pequeño. Hay un espacio gigante a la hora de hablar de lo que es la psiquiatrización, la patologización de lo trans, de generar un acompañamiento médico a la transición, que es lo que yo creo que debería buscar. No un sistema médico que te ponga limitantes ni requerimientos, sino que te acompañe, en cada uno de los casos, que respete tu interculturalidad…

¿Entonces, hay diferentes formas de ser trans según la cultura?

Sí, ser trans no es algo único, es algo cultural. En Manabí hay el caso de los chicos trans que se reconocen como “hembros”. Ellos jamás han usado testosterona, y no se han sacado los senos. Pero son unas identidades masculinas –chuta!- super fuertes que rompen totalmente con el canon occidental: un chico negro costeño, con senos… es muy visible. Es una forma cultural que quizás dentro de la hegemonía médica no se entienda mucho, pero cada experiencia de lo trans tiene su forma de ser vivida, y debe ser respetada.

Además, justamente la cultura juega bastante, porque aporta muchos matices, y es uno de los motivos de que en América Latina tengamos movimientos trans tan potentes. Además, eso nos permite acercarnos a otros grupos: en la asamblea constituyente de 2008, haciendo una alianza con grupos indígenas y de culturas urbanas (rockeros, etc) para reivincar nuestra estética fue una buena forma de llegar a un consenso para una ley más inclusiva. Es vital cruzar lo trans con lo indígena, con los cuerpos discapacitados, con lo lésbico, la homosexualidad, familias diversas.

Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán
Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán

Volviendo al tema de la salud, decías que hay un vacío enorme. ¿Cómo encontrar la manera de construir un modelo público de salud trans que acuda a las necesidades de todxs?

En Pacto Trans estamos trabajando en una propuesta. Ahora estamos en fase de recopilar información, y en febrero queremos sacar adelante un manual que hable sobre procedimientos transicionales dirigido al servicio médico. Uno de los ejes que cruzamos es el pensar la salud transicional desde el acompañamiento, no desde la psiquiatría. El sistema médico tiene que estar a tu lado en el proceso que tu estás siguiendo. También respetarnos y darnos alternativas: que cuando una persona trans quiera iniciar un proceso de transición pero, por ejemplo, sin hormonas, la profesional sepa ayudarle con otras vías, como dietas que ayudan a moldear el cuerpo evitando otros tratamientos más agresivos. Básicamente deberían dar toda la información acerca de todas las posibilidades, recomendar, y que de ahí se pueda decidir y evitar malas prácticas.

¿Y en el sistema legal?

El sistema de registro civil ha sido, lastimosamente, uno de los lugares donde más se ha llevado la lucha de la identidad de género. Primero por el cambio de nombre, luego con el tema del matrimonio que también está cruzado ahí, y eso es lo que disputamos. La ley actual no reconoce la identidad trans: si yo quisiera mi identidad como mujer, tendría que operarme y después ir a un juicio; y aún así podría ser que el juez no aceptara eso, porque el texto deja mucho margen para que el juez lo interprete como quiera. Y como tenemos un sistema de jueces bastante moralistas, la mayoría van a decir que no.

Es decir: es un juez el que decide como te defines.

…Y se llega a extremos: hay un caso de una chica que tenía el cuerpo bastante intervenido y le negaron la identidad femenina porque “no podía procrear”. No todas las mujeres pueden concebir, y eso no les quita su condición de mujeres.

Porque es diferente el cambio de sexo que el de género, y eso ha generado confusión por ejemplo, con la cédula de identidad, ¿no? (En febrero de 2016 se aprobó la Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, que entrará en vigencia dentro de dos años. Su artículo 94 dice que “voluntariamente al cumplir la mayoría de edad y por una sola vez, la persona por autodeterminación podrá sustituir el campo sexo por el de género que puede ser masculino o femenino”)

Sí. Esa ley primero era una salida interesante para generar una identidad de género sin tener que pasar por quirófano (personas transgénero), pero el gobierno, como tiene una visión muy tradicionalista y no domina los temas GLTBI, puso una serie de medidas confusas e incoherentes entre ellas: en la cédula de identidad común se define a las personas por el sexo, que puede ser hombre o mujer (ya no es masculino y femenino); y se dio la opción de poder definir el género, con opción de “masculino” o “femenino”. Así que si yo optara por el género femenino, constaría legalmente como “hombre femenino”.

Y eso no es lo que se buscaba, porque me llevaría a una serie de incongruencias legales. Qué sé yo, si alguien quisiera hacer problemas con el uso de los baños, podría botarme del baño de mujeres porqué la ley le da para hacerlo. Por eso, como forma de protesta, he rechazado el género femenino en mi cédula.

Claro, en mi cédula solo consta “sexo mujer”.

Y en la mía pone sexo masculino, porqué así lo he decidido. Si hubiera aceptado la cédula rosa (como le llaman al documento que incluye el “género”) pondría “género femenino”, y obviamente todos sabrían que soy una persona trans, porqué en las cédulas de alguien cisgénero no consta el género.

¡Eso implica una estigmatización aún más fuerte!

Si, convierte en segregación lo que podría ser inclusión si todxs tuviéramos sólo el género. La identificación de las personas trans sigue cruzando una barrera discriminatoria, el Estado nos reconoce de manera discriminatoria, y acogerse al género sólo tapa un poco eso.
La idea del género en la cédula era generar una protección ante esa discriminación, porque mi sexo es mi corporalidad y es algo íntimo, no tendría porque constar públicamente, así en trámites legales yo sería “femenina”. Pero ahora, con esto, alguien que vea una cédula donde conste el género, sabrá que esa persona es transgénero.

«Hacer constar el género y no el sexo en la cédula de identidad era para generar protección a las personas trans, pero con esta ley se convierte en una doble segregación»

Igual, seguro que esa ley tuvo rechazos por parte de los sectores más conservadores.

¡Hay historias muy locas! Por ejemplo, el lobby tradicionalista empezó a decir que los ladrones se iban a cambiar de género para escapar de la policía. Así se impuso que para cambiarte el género tienes que llevar dos testigos, lo que rompe con el derecho a la autodeterminación, que es uno de los tres principios en los que nosotrxs nos basamos, a parte de la libertad estética y la propuesta del género como una forma de segregación no discriminatoria. Es absurdo: ¿cuántas personas cisgénero tienen que llevar testigos para demostrar que son ellas?

Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán
Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán

Hablas de transfeminismo como algo distinto del feminismo. ¿No deberían ser partes de la misma lucha?

Creo que la alianza con el feminismo es necesaria y tiene un potencial, pero lastimosamente se ha descuidado. Como pasa en los feminismos. Entre las mismas feministas ya nos cuesta conectarnos a veces, porque hay unas que están luchando por el derecho al aborto, y hay otras que se están centrando en el tema de los feminicidios, se separan las consignas. Pues peor con el movimiento trans, GLBTI. Creo que falta esa unión entre movimientos.

¿A qué lo atribuyes?

Sobre todo, yo critico que a veces en los movimientos feministas, acá en Ecuador y no en otros países, haya esa falta de presencia de las reivindicaciones trans. Por ejemplo, en la ley de género, a la que las feministas prestaron poca atención, se ponían barreras al registro homoparental, o el poder poner el primer apellido materno a lxs hijxs, hechos que perpetúan el binarismo, y podíamos haber ido juntas en esto. El no pensar eso les hace perder una oportunidad bastante grande.

Falta que la lucha feminista incorpore el tema trans como uno de sus ejes.

Yo como trans hago un esfuerzo para participar en el movimiento feminista y visibilizar nuestras luchas, pero es un proceso complejo. No les echo la culpa de esa falta de acuerdo, es difícil hacer las cosas, y más cuando somos pocas en esto. En los espacios donde yo me muevo, sí empiezan a entender esa necesidad de unirnos. Algunas que tal vez nunca lo han hablado se lo cuestionan y le ven poco a poco la importancia.

“Los asesinatos a mujeres trans también son feminicidios, porqué forman parte de la violencia estructural hacia los cuerpos feminizados, más allá del sexo”

Por ejemplo, en #VivasNosQueremos. Desde esa plataforma, el 26 de noviembre se hizo una marcha nacional en Ecuador contra el feminicidio. Relacionado con eso, tu hablabas en un conversatorio recientemente de asesinatos a personas trans, que para ti también son feminicidios.

Sí, hace falta hablar de la violencia hacia las personas trans, así como lo hacemos con el feminicidio para nombrar la violencia hacia las mujeres. Los casos y los móviles se repiten: crímenes a amantes, parejas, etc; asesinatos a personalidades fuertes como activistas… De cada 10 personas trans que mueren, 8 son mujeres trans. Es una estructura de violencia hacia la identidad femenina, más allá del sexo, no te matan por tener vagina, sino porque nos reconocen como mujeres.

En esa charla que comentas, me llamó la atención que mientras yo hablaba la gente se sorprendía, hicieron muchas preguntas. No es que no se lo creyeran, sino que quizás era la primera vez que lo oían, y eso es preocupante: a las feministas no debería sonarnos extraño.

Ahí el feminismo debe entrar en relación con el espacio transfeminista.

Es que no hay otra manera de entenderlo, deberían ser inseparables. Hay una frase de Proyecto Transgénero que yo me hago mía: “Ni el feminismo sin lo trans, ni lo trans sin feminismo”. Indudablemente el feminismo debe ser transfeminista, así como debe ser intercultural, anti-racista… Y para nosotras pensar lo trans se tiene que hacer desde el feminismo. No es lo mismo una ley de género como la que tenemos, que no reconoce la transexualidad, sino que sólo te reconoce un género, y genera discriminación; que generar una estructura que celebre tu autonomía y te reconozca como eres. Eso es el feminismo.

En shuar, una de las lenguas indígenas ecuatorianas, Nua significa “mujer”, y eso define su identidad de género y también cultural. “Es un beneficio de las personas trans”, reflexiona, ya terminando: “poder elegir nuestro nombre, quiénes somos y como nos nombramos es también una manera de reivindicar nuestra autonomía y capacidad de decidir sobre nuestro cuerpo y sobre como queremos vivir”.

Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán
Nua, activista transfeminista. Foto: Roberto Albán

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